Grandes emociones caracterizaron el último Ironman Brasil. Desde días previos, pasando por el desarrollo de la competencia y hasta días posteriores pos resultado. Amigos y familiares me acercaron sus deseos positivos sabiendo que esta sería una competencia en la cual había colocado mucha energía en mi preparación, factor importante para sentir el apoyo necesario en momentos claves de un esfuerzo agotador.
Los días previos fueron muy tranquilos en lo que respecta a actividades precompetitivas, desde encuentros con amigos y alumnos hasta entrenamientos suave para relajar la mente.
Contar el desarrollo de la competencia sería bastante extenso, si puedo decirles que me encontraba con bastante energía mental, proporcionándome ganas de competir. Y que tenía en mente una táctica que si bien era arriesgada, era la única oportunidad visible de ir por el título. Dependiendo de cómo se desarrollaba la natación y si todo salía dentro de lo esperado, este año iría al máximo de mis posibilidades intentando acompañar el ritmo impuesto por otros en el ciclismo. Y fue así que se desarrollo hasta que promediando el km 120 ya no pude contener mas los cambios de ritmo propuestos por quienes no se sentían cómodos con mi presencia tan cercana. Hice mi mejor parcial de ciclismo de entre todas las veces que corrí en Florianópolis. Pero la duda de si podría correr como siempre después de un gran esfuerzo se vería solo una vez que colocase los pies en tierra firme. Ya en los primeros pasos comenzaron a gritarme los parciales marcando las diferencia con los atletas de punta, ocho presas por buscar. Siendo que una de ellas, Santiago Ascenço que fue el primero en entregar la bicicleta se encontraba a diez minutos de diferencia, en cambio del segundo al octavo estaba en una franja de entre tres y cuatro minutos. Yo buscando encontrar mi paso firme, consistente, aquel que te lleva km tras km sin desgastar demasiado al cuerpo pensaba en ir por la segunda colocación ya que consideraba a Ascenço algo muy lejano. El es un excelente corredor donde años anteriores metía solo un minuto a dos más lentos la maratón que yo. Sabiendo eso de él lo saque de mi objetivo creyendo algo imposible. No me preocupe demasiado en los primeros 21km por alcanzarlos, en general la primera media maratón todos corren bien, dentro de las posibilidades de cada uno. Solo en la segunda parte de la maratón es que se ven realmente quien está en condiciones en cada paso que da. Poco a poco fui recuperando posiciones hasta que en el km 18 ya me encontraba en la segunda colocación. Parecía fácil hasta ahí ese escalón del podio. Solo que no duro demasiado mi colocación, fue cuando un km más adelante Igor Amoreli a quien había pasado un par de km antes vuelve a pasarme dejándome en la duda de mi desempeño. Caer una posición coloco en mi mente la idea de que ese día no sería nada fácil. Que la lucha por las posiciones me llevaría a una entrega total. No solo contra los otros atletas como también contra los calambres que a esa hora ya aparecían cada vez más fuertes y más rápidamente. En él km 21 me encontraba tercero a tres minutos y medio de Ascenço y por detrás de un Amorelli que abría poco a poco llegando a los cuarenta segundos de ventaja promediando el km 28. No fue fácil transitar por esos momentos donde él segundo colocado me abría y yo no podía sentirme cómodo. Solo que llegando al final de la segunda vuelta, casi en el km 30 volví a revivir sintiendo nuevamente ganas de luchar con quien estaba por delante de mí. Volviendo a pensar en Ascenço cuando me gritan que en esos 10 km recorridos del km 20 al 30 no había descontado nada, seguía a tres minutos y treinta segundos, como cuando pasamos en la mitad de la maratón. Fue entonces que alcance y pase a un Amorelli que caía en el ritmo y nacían las esperanzas de una lucha por buscar Ascenço. Con 32km recorrido y poco por finalizar no veía diferencia entre sentir dolor por mantener el ritmo a sentirlo por buscar más velocidad. Este deporte marca gran diferencia con muchos otros por quedar en responsabilidad de uno el grado de dolor que soportaremos. Apretamos o aflojamos dependiendo de la capacidad del día, del momento, de resistir a un estado masoquismo. Negociando con mi propio cuerpo le pedía más, y a mi mente que solo pensara en una cosa; correr más rápido. El aliento de la gente ayudaba, y mucho. Y el acompañar de Soledad y Pedro (un amigo) me marcaban las diferencias reales con Santiago. Fueron 3 o 4km donde busque recortar diferencia para tener reales chances de pasarlo, así en el km35 me encontraba a solo 1’50” del líder. Rápidamente saque cuentas y supe que corriendo 20 a 30” más rápido por km que él todo sería posible. La motivación aumentaba y el dolor más se soportaba. Son en esas horas que todo aquel apoyo previo, de mensajes, charlas, abrazos, toma fuerza viva y empuja de atrás como cientos de manos poniéndome responsabilidad de devolverle con mi esfuerzo la búsqueda de un resultado favorable. Y no es que favorable sea solo el triunfo. Va más allá del resultado. Y termina cayendo en la entrega visible por parte del atleta. Las personas quieren ver y sentir la emoción trasmitida del esfuerzo para hacerlas propias acorde a su aliento. Y es ahí donde la unión entre atleta y espectador logra ubicarlos en un mismo sentimiento de felicidad. Teniendo ya visible al puntero se hizo más ameno los siguientes km. Pasarlo en el km 39 con consistencia me dejo seguro de la victoria. 3km finales durísimos que no me permitía disfrutar de antemano. Transformándose en una recta final tan larga como la acumulación de años a la espera de este resultado. Hasta que finalmente un corredor humano te lleva al arco triunfal.
Hay una pregunta casi qué común de muchas personas, un deseo por saber y meterse dentro del pensamiento de un atleta en momentos claves, precisos, como lo es aquel instante pos línea de llegada, aquellos segundo que pueden parecer eternos, pero pasan tan rápido que es necesario volver a luchar en cada carrera en búsqueda de esos segundos de oro. Claro que el pos se transforma en felicidad duradera, pero ese instante es particular. Marcado por el desarrollo de la competencia y por sobre toda las cosas, por el motivo, el deseo, las ganas de lograr llegar al fin no de una carrera, y si de un recorrido mucho más largo que el desafío propio de la competencia. Y pensando para recordad ese pequeño espacio en el tiempo me doy cuenta que caí en un mundo egoísta donde solo era parte de él. No hubo familiares, no hubo amigos, y ni siquiera mi mayor apoyo psicológico como puede ser calificada Soledad. Sensaciones de alivio, y la finalización de una lucha me invadieron. De llegar al punto final de un cuerpo dolorido y una mente agotada. Sentir el deseo de algo firme me llevaron a tirarme al piso, y al parecer en esos momento unos no tiene la capacidad de discernir con ideas claras, hoy lo veo más como un instinto natural de volver a sentir la firmeza de algo, simple como suena, pero en ese momento el piso me da el cable a tierra necesario para volver a rescatar algo de claridad mental y librarme de la angustia causada por mi propio deseo de llegar al límite de lo que era capaz de dar.
Poco a poco fui entrando en un estado de felicidad posible de ser compartido. Abrazo eterno con Sole. Amigos presentes y lejanos felices, y público que trasmitía alegría, propia de un pueblo que no duda en alentar a uno y a todos tras tanto esfuerzo.
Dos semanas han transcurrido ya. Varios compromisos y otros por venir. Y solo con la sensación propia de orgullo por no desistir en alcanzar algo que alguna vez entro en mi mente con un solo motivo; llevarme por un camino sin luz creyendo ciegamente en mi intuición.
Foto: mundorunning